No eres.

Tu juventud se ha evaporado igual que un Snapchat mandado a última hora. Prefieres la frialdad de un Kindle al papel viejo y usado de tu libro favorito. Míralo, allí está, olvidado en la parte de arriba de la estantería. Pobre Kafka, te echa de menos. Aunque tú no lo sepas todavía, tú también has sufrido tu propia metamorfosis.

Has dejado la tinta de lado para dejar paso a un teclado chirriante y de plástico del malo. Encerrado en tu alcoba te pierdes la vida (diaria), el día a día, los cómo te va y los todo bien y a ti. Conversaciones que no buscan ser elocuentes ni vibrantes pero sí reveladoras, pues en la sencillez también está el gusto. Ese gusto que ya no te pertenece. Ese gusto que ahora, degustan otros.